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jueves, 24 de julio de 2014

Casos reales:El hombre de las dos caras

Hola mis queridos seguidores,hoy les traigo algo que surgió como una creepypasta,pero que es una horrible deformación real,muy,muy aterradora pero también muy triste,pues el fin de este hombre no es exactamente feliz.Pues según el mismo edward mondrake,no es solo una deformación sino un demonio,que mientras el lloraba de tristeza ella se reía,y que movía los labio como si hablara pero nadie le oía,aunque el afirma que en las noches esta decía frases dignas del mismo infierno,que no le dejaban dormir,el hombre se suicida a los veintitres años.Un final muy triste para una persona que no tenia la culpa de su deformación,o, su demonio,sin mas,aquí va:




Y para mis queridos lectores:


Dos Caras 


Una de las historias más raras así como de las más melancólicas de la deformidad humana es la de Edward Mordrake, quien iba a ser el heredero de una de las familias más nobles de Inglaterra. Sin embargo nunca reclamó el título y se suicidó a los veintitrés años. Vivía en un retiro absoluto, evitando las visitas incluso de los miembros de su familia. Era un joven de grandes conocimientos, un buen estudiante y un músico de rara habilidad. Su figura era remarcable por su gracia natural, y su rostro –su rostro natural- era como el de Antinoo. Pero en la parte de atrás de su cabeza había otra cara, la de una chica muy guapa, “adorable como un sueño, atroz como un demonio”. El rostro femenino era una mera máscara, “ocupando sólo una pequeña zona de la parte posterior del cráneo, aunque mostrando signos de inteligencia de aire maligno”. Se la había visto sonriendo y burlándose mientras Mordrake lloraba. Sus ojos seguían los movimientos del espectador, y sus labios se movían sin cesar. La voz era inaudible pero Mordrake aseguraba que durante la noche no podía conciliar el sueño debido a los odiosos susurros de su “gemela diabólica” como él la llamaba, “que nunca duerme, pero que me habla de tales cosas de las que sólo se oyen en el infierno. La imaginación no puede concebir las tentaciones espantosas en las que me envuelve. Por alguna imperdonable maldad de mis antepasados estoy cosido a este demonio – porque estoy seguro que es un demonio. Yo ruego y suplico para que lo eliminéis del mundo, aunque yo muera”. Estas eran las palabras del desventurado Mordrake a Manvers y Treadwell, sus médicos. Aunque lo vigilaban constantemente consiguió procurarse veneno, debido a lo cual murió, dejando una carta en la que pedía que la “cara demoníaca” fuera destruida antes de su funeral, “para que no continuase con sus espantosos susurros en la tumba”. Por petición propia fue enterrado en tierra baldía, sin ninguna lápida o marca que dejara constancia de su tumba.


La historia de Edward Mordake (o Mordrake según otras fuentes) es una de las más tristes y enigmáticas de la medicina moderna. Edward nació en algún lugar de Inglaterra en el siglo XIX y se cuenta que su familia era una de las más ricas de la región. Su padre estaba especialmente ilusionado con su nacimiento ya que ansiaba tener un heredero varón que pudiera continuar con la tradición familiar, ya que anteriormente había tenido dos hijas. Pero la suerte no estuvo de parte de la familia Mordake ya que a pesar de que Edward era un niño, tal y como siempre habían soñado, había algo insólito y escalofriante en el recién nacido…
En su nuca podía apreciarse una segunda cara de menor tamaño y distintos rasgos a la original. Con el tiempo el rostro posterior empezó a revelar su diabólica naturaleza, ya que aunque era incapaz de hablar o comer, se podía observar como sonreía cada vez que Edward lloraba o sentía dolor. Además, seguía con los ojos a las personas que pasaban por detrás de Edward y movía los labios como si estuviera hablando, aunque no emitía ningún sonido… o al menos ninguno que pudiera escuchar otra persona que no fuera Edward.
Su insólita “maldición” llevó a Edward a recluirse en su habitación, no permitiendo que nadie pudiera verle, ni siquiera su familia. Sin embargo Edward se convirtió en una persona muy culta y refinada ya que era un ávido lector y un músico con un gran talento.
Pero lo más aterrador de su gemelo demoniaco era que según Edward, la chica (pues era un bello rostro femenino el que “decoraba” la parte posterior de su cabeza), le susurraba por la noche y no le permitía conciliar el sueño. Según Edwar su “gemela diabólica” nunca dormía y le susurraba en un lenguaje que parecía salido del mismo infierno.
Edward aseguraba que estaba “cosido a un demonio” y solicitó a varios cirujanos que le separaran del terrible rostro femenino que le atormentaba, incluso aunque eso le costara su propia vida. Pero ningún médico consideró posible efectuar dicha “extracción” y Edward tuvo que resignarse a vivir con un demonio en su nuca.
Hasta que un día, su sufrimiento fue tan grande, que aprovechando el descuido de las personas que estaban a su cargo consiguió un veneno que le sirvió para acabar con su vida cuando tan sólo tenía veintitres años. Tras su muerte dejó una nota de suicidio en la que agradecía a sus padres y hermanas por el cariño que le habían dado y les pedía perdón por el daño y dolor que su muerte les pudiera causar. Así mismo les hizo una última petición:
Que le arrancasen a su cadáver la cara del demonio que le había atormentado en vida, para que no pudiera continuar con sus demoniacos susurros en la tumba, y que la destruyeran. También solicitó ser enterrado en tierra baldía, sin ninguna cruz o lápida que pudiera marcar el lugar en el que descansaría eternamente su cuerpo sin vida. Tal vez Edward tuviera miedo de que su “gemela diabólica” le pudiera encontrar de nuevo.


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Buenas noches.....................

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