Y para los que prefieren leer las atrocidades que oirlas:
Sede del Escuadrón 731 en Pingfang
Lo peor del ser humano. Héroes y villanos se han mezclado en
aventuras y en tramas oscuras que han llegado a ser realmente duras de
recrear en algunos momentos. Asesinos seriales, gobernantes psicópatas o
bestias como salidas del infierno nos han acompañado a lo largo de
estos meses. Casi todos ellos tenían una nota en común, sus mentes
estaban enfermas. En cierto momento de sus vidas y por incontables
causas, los protagonistas perdían el control. Pero sus terribles actos
casi siempre se producían desde el plano estrictamente individual. La
situación se agrava cuando pasamos de la maldad individual a la barbarie
colectiva, esta perpetrada por científicos y militares. En un artículo
anterior tratamos el terrible y macabro proyecto estadounidense MK Ultra
y sus nefastas consecuencias para sus victimas. Pues bien, el Mk Ultra
era un juego de niños comparado con los hechos que trataremos en esta
ocasión. El proceso de documentación os puedo asegurar que ha sido
realmente duro y difícil de asimilar para mí. La terrible y
lamentablemente desconocida historia del Escuadrón 731 es una de las
mayores atrocidades cometidas jamás por los seres humanos. Abrochaos
bien los cinturones porque lo que se nos viene encima no os dejará
indiferentes y os aviso que en determinados momentos será bastante duro.
Cuando empleamos
el término “Holocausto”, al 99,9% de las personas nos viene la imagen
de los campos de concentración nazis en la II Guerra Mundial, donde
fueron asesinados casi seis millones de seres humanos. Pero han acaecido
muchos holocaustos a lo largo de la historia. Dependiendo de la ocasión
con mayor o menor cantidad de víctimas y con métodos más o menos
brutales. Especialmente uno de ellos ha pasado bastante desapercibido y
que temporalmente, al igual que el alemán, se produjo en el mayor
conflicto bélico de la historia. En esa ocasión no fueron los nazis
alemanes los ejecutores del genocidio. Esta vez fue el ejército imperial
japonés el que perpetró una cantidad ingente de atrocidades como no se
recuerda a lo largo de la historia.
Estamos en 1937.
Se está gestando la II Guerra Mundial. El Imperio Nipón está en pleno
proceso de expansión. Taiwán ya era una posesión japonesa desde 1895 y
la anexión de los territorios chinos de Manchuria, con un gobierno
títere, se convierte en un hecho en 1931. Pero la cosa no quedaría ahí.
En 1937, tras unos incidentes de escasa importancia que sirvieron como
excusa, se desatan las hostilidades y la guerra comienza. En el contexto
de este conflicto, que se fusionaría temporalmente con la II Guerra
Mundial, el Ejército Imperial Japonés pone en marcha el “Laboratorio de
Investigación y Epidemiología” de la Kempeitai, la policía militar
japonesa similar a las SS alemana. Esta era la encargada de
contrarrestar influencias político-ideológicas por parte de los enemigos
del Imperio. Os podéis imaginar que métodos utilizaba para
contrarrestar.
Mapa del Imperio Nipón
Dentro del
Laboratorio de Investigación y Epidemiología se creó un programa secreto
de investigación y desarrollo de armas biológicas al que se denominó
“Escuadrón 731”. Este se ubicó en Manchukuo (Manchuria) y en un primer
momento utilizaría como tapadera la vigilancia del tratamiento y
purificación de aguas. El control del proyecto recaía sobre la rama
política del ejército, a la que se denominaba Kodoha, el Partido Bélico,
para que andar por las ramas.
El Kodoha pasó a
ser equivalente japonés del Partido Nazi alemán. Toda una descabellada y
delirante parafernalia de supremacía racial y teorías racistas se daban
cita en esta versión japonesa.
En 1932 se
designó como responsable del Escuadrón 731 al Teniente General Shiro
Ishii. Un doctor en medicina especializado en microbiología y al que la
definición de “monstruo” quizás se le quede bastante corta.
Teniente General Shiro Ishii
Para
dar inicio al programa de investigación se procedió a la construcción
de un campo de prisioneros en Zhong Ma. Pero en 1935 una fuga de
prisioneros y una fuerte explosión obligó el traslado a la localidad de
Pingfang. Esta vez el complejo sería más seguro y con mucha más
capacidad.
Dentro del
Escuadrón 731, Ishii fundó un grupo secreto de investigación que se
denominó “Unidad Togo”. Esta unidad coordinaría la experimentación
química y biológica sobre individuos. El campo fue ocupado rápidamente
por una legión de prisioneros en su mayoría de origen chino, pero
también los había de origen mongol, coreano y ruso. A estos, una vez
comenzada la Segunda Guerra Mundial, se les unieron los prisioneros
americanos, británicos y australianos capturados. Para que os hagáis una
idea de lo que significaban estos prisioneros para los japoneses que
estos se les llamaban “Maruta” que se puede traducir por “tablones” o
“troncos de madera”. Los miembros del proyecto llegaron a tomar
conciencia de que eran solo eso, madera. En un alarde de imaginación,
con este nombre se designó el programa de pruebas sobre humanos.
Miembros del Escuadrón 731
Como había mucho
trabajo que hacer, el Escuadrón 731 se dividió en ocho divisiones,
todas ellas muy “humanitarias”. Como ejemplo decir que la División 1
efectuaba investigaciones sobre peste bubónica, cólera, tuberculosis y
ántrax. Estos tenían su “pequeño campo” con capacidad para unos
cuatrocientos “huéspedes”. El resto de divisiones se dedicó a la
manufacturación de armas y aparataje, al entrenamiento de personal etc.
Soldados con equipamiento de protección biológica y química.
El
proyecto estrella del Escuadrón 731 fue el “Maruta”. En esta locura, el
General Ishii puso todo su empeño, talento macabro e imaginación. Es en
este momento cuando comienza el horror y la barbarie. Aunque no lo
creais, omitiré algunos detalles tan horribles que ya son realmente
difíciles de escribir. El que lo desee, que se tape ojos y oídos.
Después no digáis que no os avisé.
Entre el grupo
de sujetos que serían sometidos a los experimentos, aparte de los
prisioneros, había niños, mujeres embarazadas, lactantes, ancianos… No
había distinciones todos eran “Maruta” y eso era ser menos que nada.
Los
primeros experimentos se realizaron sobre prisioneros de guerra. A
estos previamente se les había inoculado diversas enfermedades
infecciosas, de las más variadas, prácticamente cualquiera de las que se
os ocurran. Posteriormente se realizaban las vivisecciones, es decir,
la extracción de órganos con el sujeto vivo, obviamente sin el uso de
anestésicos para que estos no alteraran los resultados. Así, a lo
bestia. El objetivo era el observar los efectos de estas enfermedades
sobre los órganos internos del desdichado prisionero. La excusa de hacer
estas intervenciones en vida era que se creía que el proceso de
descomposición afectaría los resultados. Todo fuera por la ciencia. De
estas vivisecciones no se salvaron las gestantes, en la mayoría de los
casos embarazadas por los mismos miembros del proyecto, y a las que se
les extraían los fetos con el mismo procedimiento. Lo que se dice gente
muy humanitaria, si señor.
Vivisección de un prisionero.
Pero esto es aun una mínima parte de la experimentación, hay más, muchísimo más…
Para
cuantificar el tiempo en que una persona fallecía desangrada no dudaban
en amputarle un miembro, el que fuera. En algunas ocasiones los
miembros amputados eran reinsertados en otras partes del cuerpo o en
otros sujetos. A otros se les extrajo quirúrgicamente el estomago para
unir directamente esófago con intestinos. Extracciones de tejido
cerebral, hepático, etc. Se comprobó los efectos de la congelación y
descongelación de miembros para estudiar la gangrena sin aplicar
tratamiento. A algunos cautivos se les inyectó orina de caballo dentro
de sus riñones. Privación de sueño hasta el fallecimiento. Prisioneros
que fueron introducidos en centrifugadores haciéndolos girar hasta
morir. No sigo con más investigaciones médicas porque hasta yo mismo me
estoy poniendo malo.
Mano de un prisionero afectada por el ántrax
El
catálogo del horror y de las atrocidades cometidas parecía no tener
fin. Ni la más enfermiza de las mentes podría imaginar el horror y el
miedo que tuvieron que padecer las miles de personas que habitaban el
campo. Cualquier locura que se les ocurría, no dudaban en realizarla
sobre los prisioneros.
A
los experimentos médico/científicos hay que añadir los ensayos con
agentes patógenos. Sífilis, gonorrea, peste bubónica… todo esto
obviamente con los conejillos de indias humanos. A estos, una vez
infectados, se les exponían a miles de pulgas con objeto de conseguir
infinidad de transmisores de las enfermedades. Estas pulgas infectadas
fueron diseminadas por aviones en poblaciones chinas ocultas en ropas y
alimentos contaminados. Se calcula que estos agentes patógenos
provocaron la muerte de más de cuatrocientos mil ciudadanos chinos. Se
experimentó con armas y los efectos de las explosiones sobre prisioneros
atados a postes y a distintas distancias. El uso de lanzallamas y
bombas químicas etc etc... Realmente pavoroso.
Morgue
En el complejo
de Pingfang se produjeron toneladas de armas biológicas que fueron
escondidas a lo largo de todo el país. Una vez que la guerra llegaba a
su fin, los japoneses no fueron capaces de borrar todas las huellas de
este genocidio. En agosto de 1945, los rusos invaden Manchuria y los
miembros del Escuadrón 731 tienen que salir como quién dice pitando de
la zona. Cada uno de ellos tenía en su poder cápsulas de cianuro
potásico. Las órdenes del Teniente General Ishii eran tajantes, había
que incluso morir por mantener el secreto oculto, era demasiado grave lo
que había pasado en esas instalaciones. Esas ordenes tan tajantes
finalmente no lo fueron tanto. Ya veremos por qué.
Cadaver de prisionero infectado.
En 1945, tras el
lanzamiento por parte estadounidense de las bombas atómicas de
Hiroshima y Nagasaky, Japón se rendía a los aliados. El General Douglas
McArthur es nombrado comandante supremo de las fuerzas aliadas. A sus
servicios de inteligencia llegaron los testimonios de algunos
supervivientes de Pingfang. Pero en contra de lo realmente justo y del
triste recuerdo de los cientos de miles de víctimas, se llegó a un
acuerdo secreto de inmunidad para los miembros del Escuadrón 731. El
precio de dicho acuerdo era la entrega al ejército de los Estados Unidos
de todos los datos y resultados de las pruebas que se realizaron a lo
largo de esos años. Al igual que hicieron con un numeroso grupo de
científicos nazis, entre ellos el famosísimo Herbert Von Braun, muchos
de los miembros del programa japonés fueron reclutados. Un nuevo
escenario mundial se estaba preparando y EEUU quería estar a la cabeza
de la tecnología armamentística en todas sus vertientes. Obviamente
estos datos jamás fueron compartidos con el resto de aliados.
General Douglas McArthur
En
el Tribunal de Crimens de Guerra de Tokyo el tema se trató de pasada.
El tema se quedó en una referencia a unos sueros infectados y que pasó
casi totalmente desapercibido. Y como no aparecieron pruebas pues se
desestimó el caso. Así, por las buenas. Los soviéticos, que sufrieron en
sus carnes los horrores del Escuadrón 731, en los juicios de
Jabaróvsk, si entraron en más profundidad que los norteamericanos y
llevaron a juicio a doce miembros del 731 y sus filiales. Entre ellos el
General Yamada, comandante del casi millón de soldados japoneses que
ocupaban Manchuria. Fueron sentenciados entre 2 y 25 años en campos de
trabajo. Conociendo como se las gastaba Stalin no creo que ninguno de
ellos saliera con vida.
El daño que
causó el Escuadrón 731 a cientos de miles de personas durante esos años
no quedó ahí. En el año 2003, un grupo de veintinueve trabajadores
tuvieron que ser hospitalizados tras hallar y dañar por casualidad unos
proyectiles cargados con armas químicas hacía cincuenta años. Esperemos
que ningún otro Escuadrón 731 pise la faz de la Tierra.
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